Reconocer características del género narrativo: El mito Reconocer características del género narrativo: El mito Reconocer características del género narrativo: El mito Reconocer características del género narrativo: El mito Reconocer características del género narrativo: El mito
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Según cuentan, Helio, el dios del Sol, recorría el cielo todos los días desde oriente a occidente. Montado en un carro tirado por cuatro veloces corceles, el dios se desplazaba siempre por el mismo camino, hasta que, al anochecer, llegaba al océano. Allí se bañaban sus fatigados caballos, mientras él se retiraba a descansar en su palacio de oro bajo las aguas. Y era entonces cuando Selene, la diosa de la Luna, salía a presidir el firmamento nocturno. Después, cada madrugada, el dios partía hacia oriente para dar comienzo a una nueva jornada sobre la Tierra. 
Una de esas madrugadas, se presentó ante él su hijo Faetón, que residía junto con su madre en el mundo de los mortales. 
—Padre —dijo el joven—, la gente no cree que yo sea tu hijo. 
—¡Cómo! —exclamó el dios—. Dime qué puedo hacer para demostrarlo. 
—Lo único que acabará con las dudas de esas gentes es que me dejes conducir tu carro. Eso bastará para demostrar que eres mi padre. 
—Hijo, no puedo concederte ese deseo: mis caballos son muy fogosos y solo me obedecen a mí. 
—Eres un dios y nunca  te he pedido nada. Por favor, concédeme hoy lo  que te pido—dijo Faetón llorando. 
Helio, conmovido, se acercó al muchacho, le puso una mano en el hombro y, mirándolo fijamente, le dijo: 
—Hijo, me gustaría complacerte, pero eso que me pides es muy peligroso. Pero Faetón insistió y siguió llorando hasta que Helio cedió a sus deseos, no sin antes hacerle numerosas recomendaciones. 
Satisfecho, Faetón tomó las riendas y emprendió su marcha por el cielo; pero los caballos se desbocaron pronto y el joven perdió el control. El carro se salió de su ruta: unas veces pasaba muy cerca de la Tierra y otras se alejaba demasiado de ella. Según cuentan, así surgieron los desiertos y los polos, como consecuencia de los incendios y de la congelación que el incierto rumbo del carro provocó. 
            Finalmente, Zeus, el rey de los dioses, tuvo que intervenir para que Helio pudiera volver a conducir su carro.

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